Thursday, December 01, 2016

Volando a verte...

Madre, voy volando a verte.

Me duele mucho saber que estás sufriendo y que no hay nada que yo pueda hacer para aliviarte. He escuchado tu voz cansada y tus sabias palabras de siempre. Fue muy lindo lo que le dijiste a las niñas y la forma como has estado expresando tus sentimientos para todos los que estamos cerca de ti. Tal y como siempre lo has hecho, aunque en esta oportunidad con un inocultable dolor, como sintiendo el peso de tu impermanencia y de tu vulnerabilidad.

Te vi leyendo tu biblia y citando palabras que a todos nos dan consuelo y fuerza. Han llegado a ti las oraciones de todos tus hermanos, hijos y nietos… recordándonos que siempre estamos en manos de esa fuerza superior que llamamos Dios. Aunque realmente no importa el nombre que le pongamos, las creencias que tengamos, o el tamaño de nuestra fe… la presencia inevitable de la enfermedad, el dolor y de la muerte, nos recuerda nuestra finitud humana. Esta es la realidad que sabemos y que tememos. La realidad que evitamos a como de lugar y que negamos cuando la tenemos frente a nosotros. Es como una amenaza silenciosa y traicionera que pareciera estar escondida en cualquier rincón esperando a tomarnos desprevenidos y atacarnos sin compasión.

¿Porqué? ¿Porque tiene que ser de esta manera? ¿Porqué tememos y sufrimos el inevitable camino de regreso a nuestro origen, cualquiera que este sea? ¿Porqué?

Hoy quiero revelarme a ello, sintiendo mío tu dolor y haciendo propio tu temor. ¿Cómo podríamos vivir todo estor en una forma diferente?

Hace ya un par de semanas que ando trayendo una frase de John Roger que se me quedó pegada: “Una vez que has experimentado el viaje del alma y otros niveles con mayor profundidad, la “muerte” adquiere otro significado y ya no se ve como algo definitivo sino como un movimiento hacia lo que sigue para ti”

Es como cuando estamos a punto de terminar el colegio y tenemos la perspectiva de iniciar la universidad… tenemos miedo de dejar lo conocido pero nos entusiasma el desafío de ese nuevo camino que pronto vamos a empezar. La enfermedad y el dolor nos anticipan ese momento temido y nos aterra empezar a experimentarlo, porque sabemos que solo es cuestión de tiempo, para dar el paso, para despedirnos de lo conocido y adentrarnos en el misterio profundo de la vida. 

¿Cómo estar preparados para ello? ¿Cómo recibirlo con alegría? ¿Cómo celebrar nuestra humanidad cuando te veo empezar a irte, o cuando sé que también mis amores cercanos lo empezarán a hacer poco a poco y que en algún momento  también yo lo haré?

Y cuando digo esto no creo que vayas a morir en esta oportunidad. Pido a Dios que no sea así y que nos permita estar un tiempo más juntos para aprender de esta inevitable realidad. Somos como una barquita sin timón, como tu lo decías en ese poema al que Tato le puso música: “….”
Lelu hace un par de días tuvo una extraordinaria vivencia que aún no conozco en su detalle, pero de la cual estas palabras y esta imagen forman parte. Tengo la certeza que algo hermoso viene junto con todo esto, solo si nos permitimos verlo con los ojos del amor, el desapego y el asombro.

Hay algo que tiene que ver con soltar, con “despertar” a una realidad mayor. Vivimos aferrados a nuestros afanes de cada día, a nuestros desafíos laborales, a nuestras necesidades cotidianas, a nuestros seres queridos. ¿Qué pasaría si anticipamos lo inevitable y empezamos a vivir de una manera diferente?

Amor, gentileza, compasión,

May I be happy, may I be safe, may I be healthy… 

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