“La literatura es un camino de conocimiento que uno debe emprender cargado de preguntas, no de respuestas” dice Rosa Montero en su novela autobiográfica “La Loca de la Casa”. Y si. Tal parece que no se trata de intentar tratados clarividentes, con revelaciones que lleven al lector a convencerse del punto de vista del escritor. Se trata más de exploraciones alrededor de una serie de preguntas claves que van ordenando el relato. En ese sentido, escribir es definitivamente un profundo misterio que empieza más con preguntas que con respuestas…
“Escribimos en la oscuridad, sin mapas, sin brújula, sin senales reconocibles del camino. Escribir es flotar en el vacío” (…) Se escribe para aprender, para saber; y no puede emprenderse ese viaje de conocimiento llevando las respuestas consigo. (…) El periodista habla de lo que sabe, mientras que el novelista habla de lo que no sabe que sabe (…)
Nuestra imaginación, ese talismán secreto que se oculta, que casualidad, bajo la lengua, inviste de belleza lo que toca. Sonamos, escribimos y creamos para eso, para intentar rozar la hermosura del mundo (…) Así pasamos toda la vida, anorando aquello que es más grande que nosotros, el polvo de estrellas que un día fuimos.
Y para finalizar, con guinda de oro estas reflexiones, Rosa cita a Stephen Vizincsey, cuando dice: “El autor joven siempre habla de sí mismo incluso cuando habla de los demás, mientras que el autor maduro siempre habla de los demás, incluso cuando habla de sí mismo.”
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